Pequeño manual con trucos, astucias, secretos y consejos derivados de la práctica
El terreno está formado por rocas disgregadas, agua, aire, sustancias orgánicas, y constituye el resultado de reacciones químicas, físicas y biológicas. Cumple función de sostén para el aparato radical, es el lugar donde ocurren los intercambios y las reacciones entre los elementos sólidos, líquidos y gaseosos y donde se encuentran los a agentes nutritivos que serán transformados a diferente nivel y para ser utilizados por las plantas como compuestos inorgánicos, exceptuando al Carbono, que la planta obtiene del aire. Los nutrientes contenidos en la tierra, sólo pueden ser tomados de ella por las raíces si se encuentran disueltos en agua.
Composición (textura):
- Más de 2 mm. = roca sedimentaria (esqueleto del suelo);
- de 2 mm. a 0,2 mm. = arena gruesa (permeabilidad, ligereza y a menudo aridez);
- de 0,2 mm. a 0,02 mm. = arena fina (ídem);
- de 0,02 mm. a 0,002 mm. = limo (características medias)
- menos de 0,002 mm. = arcilla (impermeabilidad y compactación).
La porosidad es la relación entre el volumen del suelo y los grandes espacios vacíos entre las diferentes partículas.
La estructura denota el modo como las partículas del suelo están dispuestas.
Aconsejar un sustrato para las plantas crasas es difícil, porque estos vegetales viven en sustratos muy diversos, o porque son difíciles de recrear. Por lo tanto, no está dicho que estas fórmulas constituyan lo mejor que les podamos ofrecer. Cada fórmula es personal, por lo tanto opinable y no generalizadora, ya que depende de las condiciones ambientales en las que queremos hacer crecer las plantas.
Se puede asegurar que el suelo debe tener una estructura suelta y porosa, dejar pasar libremente el aire y el agua, no secar con lentitud pero tampoco demasiado velozmente, no contener demasiada sustancia orgánica. Este sustrato debe contener elementos nutritivos en forma de iones, en condiciones de ser retenidos y no lavados por el agua en exceso, y poseer una buena capacidad tampón para no comprometer las características iniciales como consecuencia de los aportes de agua o fertilizantes. También es necesaria la presencia de microorganismos capaces de mejorar la estructura física del suelo, mejorando la disponibilidad de las sustancias nutritivas.
Un suelo así es difícil de encontrar en la naturaleza de nuestras latitudes, por lo que se recurre a una mezcla a base de tierra negra (tierra de campo rica en microorganismos útiles), arena (tiene baja capacidad de absorción de iones y no retiene la humedad), humus de hojas (para el aporte de sustancia orgánica) en diferentes porcentajes. Obviamente es posible utilizar substitutos: tierra de jardín, arena, piedra o arena volcánica, etc. Se puede bajar el pH de la solución circulante en un sustrato agregando yeso, turba o humus de hojas de haya. Se lo aumenta agregando cal apagada, polvo de mármol, harina de concha de ostras. Para los neófitos, y sólo a modo indicativo, en la página apuntes de cultivo he indicado algunas fórmulas de referencia.
PH. El pH es la unidad de medida que expresa el grado de acidez o alcalinidad de una solución. Por esto, no se debería hablar de acidez o alcalinidad del sustrato, sino de la reacción que presenta la solución que se hace circular en él. La escala va de 0 a 14; de 0 a 6 indica acidez, de 8 a 14 alcalinidad; y el 7 expresa neutralidad. Es útil saber que el pH supone una magnificación logarítmica, por lo que si el pH se altera en un dígito, la variación es de 10 veces respecto el valor original; y si el pH varía en dos, la variación real es de 100 veces. En la práctica, esto significa que un sustrato con un pH 5, es 10 veces más ácido que otro con un pH 6, 100 veces más ácido que un suelo con pH 7, y 1000 veces más ácido que uno con pH 8.
Es sabido que las plantas crasas normalmente agradecen un pH neutro (7) o ligeramente ácido (6-6,5), exceptuando a las epífitas que lo agradecen más ácido, y otras que en cambio lo prefieren alcalino. A menudo no se sabe cómo medir el pH, y se recurre a un laboratorio de análisis químicos. Sin embargo, existe la posibilidad de realizar una valoración casera mediante un “peachímetro electrónico” como el de la derecha, o un simple análisis con el método de “colorimetría óptica” (imagen abajo e izquierda), menos preciso pero suficiente y barato. Se trata de los test usados en acuariofilia o en las piscinas. Se vierte una cucharadita de sustrato en un vaso que contenga 30 cc. de agua desmineralizada, se mezcla bien, se deja reposar durante unos días y luego se filtra con un embudo en cuyo orificio de salida se ha colocado un pequeño paño de algodón hidrófilo. Después se vierten 5 cc. de ese líquido en la probeta graduada que viene en el test y se siguen las instrucciones. El mismo procedimiento se podrá realizar para el análisis con peachímetro electrónico, utilizando en este caso una cantidad mayor de agua y sustrato. Se desaconsejan, por ser demasiado imprecisas, las mediciones con tiritas de papel de tornasol.
Desinfección. Esta práctica es indispensable cuando se desea reutilizar sustrato reconstituído, a partir del obtenido de la naturaleza, en el sotobosque, o el que se utilizará en las siembras delicadas. El objetivo es el de eliminar eventuales semillas indeseadas, esporas de hongos, huevos o larvas de insectos, vermes, etc. He aquí algunos métodos sencillos para casa:
- regar bien el sustrato con agua hirviendo y luego dejarlo secar;
- colocar el sustrato en el horno por lo menos a 100° C durante media hora, o en el microondas a toda potencia durante el mismo lapso (en este caso, el sustrato debe ser previamente mojado);
- usar formaldehído al 40% (formalina) diluído con agua al momento de utilizarlo en una proporción de 1:50 (una parte de formalina y 50 de agua). Esto debe ser realizado al aire libre, para evitar respirar los vapores que se generarán. Con la solución preparada, se riega el sustrato con 10 l. por cada 30 cm3 de tierra aproximadamente. Se mezcla bien y se lo cubre durante algunos días con un plástico, esperando un par de semanas antes de utilizarlo.
Carencias y clorosis. No siempre el aspecto amarillento que asumen algunas plantas es debido a enfermedades. La causa puede deberse también a un pH inadecuado (lo que se soluciona haciendo un transplante), o a carencia de oligoelementos, corregible con un fertilizante apropiado.
SEMILLAS Y GERMINADORES
La desinfección de las semillas. Es una práctica muy útil para la eliminación de las esporas de hongos. Un método consiste en sumergir durante media hora las semillas en agua a 60° C. En lugar del agua caliente se puede utilizar el hipoclorito de sodio, diluído en agua e proporción 1 a 10. Las semillas se sumergen allí durante 1 hora, luego de lo cual hay que lavarlas cuidadosamente con agua de lluvia previamente hervida. Otro sistema, preferido por mí, es espolvorear las semillas con un buen antifúngico.
Para información detallada sobre modalidades de siembra, haz click la siembra.
Escarificación. Es la serie de acciones realizadas con el fin de hacer penetrar la humedad en el interior de la semilla para dar comienzo a la germinación. Es una práctica indispensable para las semillas con tegumento duro. Los tratamientos varían de acuerdo a las dimensiones de las semillas: las más manejables se inciden con una aguja, una lima, un trozo de lija, etc. Otras deberá ser sumergidas por unos 5 minutos en ácido sulfúrico y luego lavadas cuidadosamente.
Estratificación. Se someten las semillas a una especie de invierno artificial, conservándolas durante algún tiempo en la nevera, entre 1 y 4°C. Otro método es el shock térmico (congelación-descongelación): se meten las semillas a la noche en el freezer y si sacan al otro día.
Control de la germinabilidad. Es una práctica útil para determinar la eficiencia germinativa. En una cajita de plástico o un recipiente de vidrio, se coloca un paño de algodón hidrófilo suave (lo mejor es el papel tisú utilizado como desmaquillador) que se mantiene constantemente húmedo. Sobre él se esparce una cantidad conocida de semillas; se cierra con una tapa o película transparente y se espera la germinación a temperatura adecuada. De este modo se pueden obtener datos precisos sobre los tiempos y porcentajes de germinación.
Pregerminación. Las semillas grandes, si no están escarificadas, son lentas en germinar y susceptibles al enmohecimiento, por lo que puede resultar útil hacerlas pregerminar sobre algodón hidrófilo o papel absorbente. Una vez lograda la germinación, se repican los plantines en maceta.
Semillas diminutas. Para favorecer una buena distribución, las semillas demasiado pequeñas pueden ser mezcladas con polvo de carbón o azufre, que además sirven como antifúngicos. Otra forma consiste en colocar las semillitas sobre un papel doblado por el medio y con una mano dar ligeros golpecitos a la otra que sostiene el papel, para controlar mejor y dar uniformidad a la siembra.
Siembra en frasco. Cuando hay que hacer siembras delicadas, un sistema óptimo consiste en usar un frasco de vidrio que contenga algún material inerte y posiblemente estéril como por ejemplo piedra volcánica o arena de cuarzo, previo desechar tanto la parte con diámetro superior a 2 mm. como el polvo. Una vez hecha la siembra, se cubre y se espera la germinación. Posteriormente se realiza el transplante con delicadeza.
Repique. Los jóvenes brotes son a menudo demasiado frágiles para ser repicados a mano. Para este fin, puede resultar útil la herramienta aquí representada. Se trata de un cartelito de plástico o madera de los que se usan para nomenclatura, al que se le ha practicado un corte en V.
Obtención de las semillas. Los frutos contienen semillas que se pueden recoger cuando los mismos están completamente maduros, y de un modo diferente dependiendo de que sean dehiscentes o indehiscentes. Para los primeros, las semillas se deberán sacar cuando los frutos se abran espontáneamente; para los otros dependerá del caso: cuando se sequen, cuando marchiten o cuando se puedan separar con facilidad. Los frutos carnosos son siempre indehiscentes.
Algunas especies maduran sus frutos luego de dos semanas (por ej. los Astrophytum); muchas lo hacen en el mismo año de la floración, y otras como la familia de las Asclepiadaceae, maduran vainas el año sucesivo al de la polinización. Las diminutas semillas de las Crassulaceae germinan raramente.
Hay que conservar los frutos en un frasco, en lugar aireado a la espera de la extracción de las semillas. Es importante indicar en cada frasco el género, la especie y el año de producción. A menudo, en el caso de los frutos carnosos, es necesario esperar que se seque la pulpa.
Los frutos secos se deben colocar sobre una hoja de papel al aire libre; y las semillas que se obtengan de ellos, deberán limpiarse con delicadeza de impurezas y polvo. A veces para las más diminutas, será necesario valerse de una lupa.
Los frutos carnosos y de contenido mucilaginoso deberán abrirse para luego colocar las semillas en un colador, y así liberarlas de esos tejidos. Hay que poner el colador debajo de un grifo e ir separando y limpiando las semillas con la ayuda del agua. Luego se las seca y se terminan de sacar las impurezas que queden adheridas.
Los frutos con cápsula o vaina (por ej. Euphorbiaceae y Liliaceae) se colocan dentro de una gasa durante un tiempo, para impedir que las semillas se pierdan al abrir la envoltura.
Las cápsulas de las Mesembriantemaceae no deben ser mojadas para extraer las semillas, ya que se corre el riesgo de perderlas. Yo prefiero abrirlas sobre una hoja de papel, para luego separar todas las impurezas. Otros meten los frutos en un vaso de agua, y cuando están bien abiertos lo sacuden y recogen las semillas con un colador fino.
Recomiendo una cuidadosa limpieza de las semillas, ya que los restos de pulpa son a menudo fuente de infecciones fúngicas. Tampoco hay que olvidar eventuales desinfecciones, de acuerdo a lo que se indica anteriormente.
Para recoger las semillas, podemos utilizar una herramienta muy simple. Se construye fácilmente con un envase de película de 35 mm., y algunos centímetros de tubito plástico del tipo de los usados en los acuarios. Aspirando por el tubito de la derecha, las semillas subirán por el de la izquierda y terminarán depositadas en el envase.
LA REPRODUCCIÓN AGÁMICA
Esqueje. Técnica mediante la cual, atendiendo a determinados requisitos y bajo determinadas condiciones, parte de una planta (esqueje) puede emitir raíces para dar vida a un nuevo espécimen que presenta exactamente las mismas características de la planta originaria. La técnica se basa en una característica natural de muchísimas plantas que les permite regenerar tejidos que habían perdido. Primero se forma el callo, luego las raíces y por último la yema apical recomienza el crecimiento, signo evidente del éxito del proceso. Los esquejes permiten obtener fácil y velozmente nuevas plantas, sobre todo aquellas cuyas semillas son raras o en vías de extinción. De este modo es posible salvar plantas enfermas o se rejuvenecen las envejecidas o malformadas. El mejor período es el que va desde el fin de la primavera hasta el fin del verano, es decir, cuando las plantas están en desarrollo. Si una planta presenta signos de pudrición y hay necesidad de obtener un esqueje, el mismo se puede conservar al fresco, para hacerlo enraizar en primavera.
Preparación. Una vez elegida la planta, se procederá a cortar la parte baja en forma de cono, sin herir las fibras centrales (Cactaceae); los elementos planos, tipo Opuntia, serán cortados en forma oblicua. Se deben usar utensilios limpios, desinfectados con alcohol y muy afilados. También es necesario espolvorear la herida con un agente antifúngico.
Esquejes de tallo. Después de ser separados de la planta madre, deben dejarse secar en un lugar cálido y seco. Sólo serán colocados en el sustrato cuando se vea que la zona del corte está seca y cubierta con un velo impermeable.
Con las suculentas de tallo cilíndrico, hay que hacer un corte horizontal, unos 2 a 3 mm. por debajo de un nudo (si lo hubiese), se sacan las eventuales hojas inferiores y se acortan las superiores. El esqueje tendrá un largo total de 10 cm.aproximadamente. Los esquejes de Euphorbia se sumergen en agua para evitar que sobre el corte se forme una costra que impediría el posterior enraizamiento.
Esqueje de hoja entera o fragmento. Con un elemento afilado se separa una hoja, se deja secar y se la apoya sobre el sustrato apenas humedecido. Este tipo de esqueje es muy utilizado para Sansevieria, Aeonium tabulaeforme, Gasteria, Haworthia y muchas Crassulacee como Echeveria, Pachyphytum, Adromiscus, Sedum, Kalanchoe. Un caso especial es el de Briophyllum, que produce en torno a la hoja unas mini plantitas, que a veces ya presentan raíces y brotes. Hay que mantener los esquejes a parte, para evitar infestaciones.
Para los Lithops (y Mesembriantemi similares), hay que separar la hoja por la parte más baja posible, dado que es indispensable salvar la integridad del ápice vegetativo. Se la deja secar por algunos días y se la planta en arena seca.
Los esquejes de raíces. Son poco frecuentes entre las suculentas. Hay que obtener porciones de raíces principales, de un largo de aproximadamente 2 cm, para "sembrarlas" en un sustrato ligero, apenas cubiertas. Se las prepara en los primeros días de marzo, con una fuente de calor. Un caso especial es el de Leuchtenbergia principis, que se puede multiplicar por esqueje de tubérculo.
Sustrato. El mejor está formado por arena o piedra volcánica desinfectadas con agua hirviendo.
Realización. Los esquejes se entierran poco, más o menos 1 cm. Si no quedan derechos, se les puede aportar un tutor. Otro método consiste en poner en una maceta 1/3 de compuesto para cactáceas, se cubre con algunos centímetros de arena, se planta el esqueje y se agrega más arena hasta dejar la superficie a un centímetro del borde.
Condiciones. El ambiente debe ser lo suficientemente cálido (20-25° C), húmedo y bien iluminado. La humedad impide el marchitamiento del esqueje, pero si es excesiva, se puede pudrir. Por esta razón, es necesario que estos tres elementos estén bien equilibrados, y en relación al tipo de planta, el ambiente y la estación. En este campo, la maestra es sobre todo la práctica. El mantenimiento cerrado de esquejes ayuda mucho, por ejemplo debajo de una macetita invertida o dentro de una bolsita de plástico transparente.
Cuando hay signos de enraizamiento, se comienza a dar aire gradualmente, y cuando se considera que las raíces están suficientemente desarrolladas, se sacan las plantitas del sustrato y se las transplanta a otro adecuado para la especie. El uso de hormonas de enraizamiento no es indispensable, pero pueden ser de ayuda en casos difíciles como Euphorbia y Alluaudia.
Brotes división de matas, rizomas, tubérculos. Muchas plantas, como Aloe, Agave, Echinocereus, Gasteria, Haworthia, Sempervivum, Sansevieria, Sedum, originan abundantes brotes basales y enraizados, que una vez separados de la planta madre se transplantan para obtener nuevos ejemplares. Si los brotes nacen más arriba y carecen de raíces, pueden separarse y hacer que enraícen como esquejes. Si una planta no produce ramas, como sucede con muchas cactáceas, se puede cortar el ápice para estimular la formación de brotes que luego podrán separarse como esquejes.
Estolones, acodos. Este método se usa para las suculentas que tienen tendencia a elongarse, a menudo a nivel del suelo (rastreras). Es suficiente enterrar una parte de una rama para hacerla enraizar, luego se separa de la planta madre y se transplanta.
Injerto. Es una técnica mediante la cual se unen dos plantas o algunas de sus partes, con el objeto de que sigan creciendo juntas como si se tratase de un solo cuerpo. La planta que recibe el injerto es el “patrón de injerto”, “porta injerto” o “pie de injerto”; y la que se injerta es la “púa” o “injerto”. Para que esto ocurra, es necesario que tanto pie de injerto como el injerto propiamente dicho, sean de la misma familia y que se trate de dicotiledóneas.
Los objetivos son numerosos: acelerar el crecimiento de individuos lentos, que se pueden liberar sucesivamente si así se desea; propagar las plantas crestadas; permitir la supervivencia de individuos difíciles de cultivar y de aquellos que no producen clorofila; salvar una pequeña parte sana de una planta enferma de la que es imposible obtener un esqueje; multiplicar plantas que emiten raíces con dificultad. El injerto se puede realizar preferentemente sobre Cactaceae, pero también es posible con las Euphorbiaceae, Didieraceae, Asclepiadaceae. La mejor época es aquella en la que las plantas se encuentran en su período de crecimiento vegetativo, es decir desde mediados de abril a mediados de agosto (primavera-verano). El injerto debe realizarse preferiblemente sobre partes jóvenes que no presenten estrías lignificadas (cicatrices). Se puede realizar también sobre gérmenes (brotes recién nacidos), gracias a una técnica que se describe a propósito de las siembras, en la página FAQ: pregunta nº 22, referente al injerto de hipocótilo.
Para las Cactaceae en general, son buenos portainjertos: Trichocereus schickendatzii, T.spachianus, T.macrogonus, T.pachanoi, T.bridgesii, Opuntia. Echinopsis de 2-3 cm de diámetro se presta bien para Aztekium, Ariocarpus, Uebelmannia; Austrocylindropuntia subulata para Tephrocactus. Myrtillocactus mantenido a 10° C. aproximadamente, está muy indicado para Ortegocactus; Harrisia mantenida a 12° C. para Sulcorebutia. Pereskiopsis velutina, P.spathulata, Opuntia humifusa son preferidas para los gérmenes y plantines. Selenicereus grandiflorus y S.hamatus se prestan para todos los cactus epífitos. Hylocereus, muy usados por los viveristas, es desaconsejable tanto por las temperaturas mínimas como por los problemas que este injerto genera.; quien tuviese plantas injertadas de este modo, haría bien en reinjertarlas sobre otros especimenes más adecuados.
Entre las suculentas: Ceropegia woody para las Asclepiadaceae; Pachypodium lamerei y Oleandro para las Apocynaceae; Stapelia para Hoodia, Trichocaulon y Tavaresia; Euphorbia mammillaris, E.canariensis, E. ingens para Euphorbia en general; Alluaudia procera para las Didieraceae; Crassula portulacea para las Crassulaceae.
Con respecto a las modalidades de injerto, la superposición horizontal está entre las más habituales. Se desinfecta con alcohol la hoja del "cutter" , y se procede a separar la parte superior del pie de injerto con un corte neto, procurando no crear bordes aserrados o escalones con los movimientos de adelante a atrás. Se suavizan los contornos del pie de injerto y de la púa con movimientos del cutter de abajo hacia arriba, procediendo rápida y limpiamente para evitar la deshidratación de la zona de corte. Lodi aconseja colocar sobre los cortes una pequeña feta o loncha de algunos milímetros de espesor. Se superpone la púa al pie de injerto con un movimiento de adelante – atrás para eliminar posibles burbujas de aire y procurando que los haces vasculares coincidan. Si el diámetro es diferente, es necesario reposicionar lateralmente la púa para lograr las intersección de los haces. Una norma a tener en cuenta es la de procurar que el diámetro del pie de injerto sea levemente superior al de la púa. Cuanto mayor sea la superficie de contacto, habrá más posibilidades de éxitos en un injerto. Es fundamental suavizar los contornos de las partes, afinándolas de abajo hacia arriba, ya que así se evita el despegamiento de las partes por la mayor deshidratación que los tejidos internos sufren respecto a los más superficiales. También hay que sacar las aréolas del portainjerto, para evitar que emitan brotes que eventualmente “robarían” la preciosa savia al injerto.
Llegados a este punto, se ejerce una presión moderada sobre el injerto, se la fija con dos robustas espinas de cactus y se pasa una banda elástica desde arriba de la púa hasta debajo de la maceta, ejerciendo una presión moderada que fije bien la unión pero que no comprometa la circulación de savia entre las partes.
La superposición oblicua se realiza del mismo modo que la anterior, con la diferencia de tener una superficie de injerto mayor.
Injerto de encastre o injerto lateral: ver a la derecha de la fig.1
El injerto en cuña está indicado para Schlumbergera, Aporocactus, Wilcoxia, usando como pie de injerto a Pereskiopsis y sujetando con rafia. Se lo realiza como se ve en la fig.2.
El enraizamiento es la operación que permite emitir raíces al injerto o púa. La separación de la púa de plantas adultas se realiza preferiblemente en primavera; se espera a que la herida cicatrice bien y luego se coloca la púa sobre un sustrato húmedo, con prevalencia mineral (piedra pómez), en un ambiente a 25-30° C. para hacerla enraizar.
LA REPRODUCCIÓN SEXUADA
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LOS RECIPIENTES DE CULTIVO
Las macetas. A menos que se viva en ambientes de clima particularmente favorables, las plantas crasas deben ser cultivadas en macetas. En el pasado se ha discutido mucho sobre si dar preferencia a los recipientes de plástico o los de terracota. Hoy casi todos coinciden en aceptar la superioridad del plástico: más liviano, de menor costo, fácil de desinfectar, se seca más lentamente que la terracota, no crea incrustaciones, las raíces no se pegan al interior. El color más adecuado es el marrón, no sólo por la estética y porque sea de aspecto similar a la terracota, sino porque el negro (lamentablemente muy común) expuesto al sol recalienta demasiado las raíces, con el riesgo de quemaduras. Respecto a la forma, la cuadrada goza de mayor aceptación porque aprovecha todo el espacio disponible en las bancadas o superficies de apoyo (+ 27% de superficie útil).
En cada transplante, todos los recipientes deben ser desinfectados antes de su reutilización. Se comienza metiendo en remojo las macetas en un cesto para luego, con la ayuda de un pincel o cepillo, eliminar los residuos de tierra. Luego se hace un cuidadoso enjuague y finalmente la desinfección con formaldehído o hipoclorito de sodio diluído en agua (una parte de producto por cada diez de agua). Las macetas deben quedar sumergidas en la solución al menos un par de días, luego de lo cual se procederá a un último y abundante enjuague. .
Las herramientas. También deben ser periódicamente desinfectadas usando el mismo método que para las macetas. Para los cuchillos, cutre y tijeras se usa alcohol desnaturalizado.
Los portamacetas. Es muy útil tener las macetas, de no grandes dimensiones, en los portamacetas. La doble ventaja consiste en la facilidad del transporte, el riego y el abonado.
El transplante. Se realiza en un recipiente de dimensiones adecuadas, no demasiado pequeño para no comprimir las raíces, complicando el riego y el abonado, pero tampoco demasiado grande, para evitar el inconveniente de que las raíces se dirijan enseguida hacia las paredes, sin llenar todo el pan de tierra y por lo cual deberemos transplantar de nuevo antes de lo necesario. Por regla general, se usan medidas que sean dos a tres centímetros más anchas que las anteriores. Una raíz napiforme necesita una maceta más profunda que ancha, mientras que una ramificada requiere el caso inverso. En caso de encontrarnos con el primer transplante (el primero luego de la siembra), se usan macetitas de 6-7 cm. Son desaconsejables aquellas pequeñísimas de 2,5 cm. Porque secan demasiado velozmente.
Hay que transplantar, aunque den muestras de no tener necesidad, las plantas adquiridas en los supermercados y viveros no especializados, dado que por norma las hacen crecer sobre turba, que a la larga resulta siempre dañosa para las suculentas. Se sumergen las macetas hasta que la turba se empape; se sacan las plantas de la maceta y se las coloca debajo de un chorro de agua hasta eliminar toda presencia de turba. Luego se dejan secar las raíces a la sombra durante algunos días y finalmente se transplantan en una maceta con sustrato adecuado.
La operación se realiza por norma en primavera, aunque se puede hacer también en cualquier otra estación, con excepción quizá del otoño, que es cuando las plantas se preparan para su reposo invernal. No hay que transplantar todos los años, sino sólo cuando notamos que la maceta es demasiado pequeña, cuando salen las raíces por los agujeros de drenaje y se impide el crecimiento de la planta.
Para facilitar el transplante de plantas de un cierto tamaño, además de buenos guantes de jardinería, es de mucha ayuda el clásico diario doblado varias veces y pasado alrededor de la planta, antes de darle la vuelta a la maceta sobre una mesa y comenzar a golpear suavemente el borde de la base. Se arreglan las raíces, se eliminan las muertas, las enredadas y las que sean demasiado largas. Se buscan parásitos. Si el orificio de drenaje es demasiado grande, se lo cubre con un trozo de terracota, se deposita sobre el fondo algunos centímetros de arena o piedra pómez, se agrega un poco de sustrato fresco, se arregla la planta con las raíces distribuidas proporcionadamente y se termina de agregar la tierra, que debe llegar a 1-2 cm. del borde, en correspondencia al cuello de la planta. Antes de regar y eventualmente abonar, esperar una semana para dar tiempo a las heridas de cicatrizarse y a la planta de acomodarse a su nuevo envase.
EL RIEGO
Este tema ya ha sido tratado en Cactaceae, en Factores de crecimiento y en Apuntes de cultivo, por lo que en este caso hablaré sólo de la calidad del agua. Personalmente prefiero usar la de lluvia, recolectada después de aproximadamente 15 minutos desde el comienzo de las precipitaciones, cosa de evitar las impurezas, los polvos y las esporas patógenas, prestando atención al pH (lluvia ácida). Hay quien hace hervir y luego reposar el agua de grifo, resolviendo sin embargo el problema sólo en parte, sin considerar que cuando las plantas son muchas, el procedimiento resulta bastante incómodo y prolongado. Algunos agregan ácido oxálico, otros ácido fosfórico, ácido sulfúrico o ácido nítrico hasta alcanzar el pH requerido (de norma 5,5-6,5), o bien productos específicos, en venta en cualquier supermercado. A continuación algunos parámetros:
- agua hervida durante 10' pierde el 10% de calcio;
- agua hervida durante 30' pierde el 50% de calcio;
- " dejada reposar durante una semana pierde el 10% del calcio.
- Un litro de agua con agregado de 1,2 ml. de ácido sulfúrico al 98% baja la dureza en un grado DH. Entonces, y suponiendo que el agua del grifo contenga 150 mg de óxido de calcio (Ca O) por litro, esto es 15° DH, deberemos usar 18 ml. de ácido sulfúrico por litro de agua para eliminar todo el calcio presente.
Una solución podría ser la de recoger el agua de lluvia proveniente del tejado, mezclada con agua del grifo para corregir el eventual exceso de acidez. El pH se puede medir con papel de tornasol o con los kit usados en acuariofilia y en el tratamiento del agua.
Otro parámetro para considerar es el de la salinidad de la solución nutritiva final (conductibilidad eléctrica), manteniéndola entre los 1,6-2,5 mS/cm.
Es bueno que la solución nutritiva sea preparada en el momento de ser usada, ya que el calcio –presente normalmente en el agua- tiende a precipitar en contacto con el fósforo y a formar sales que no son asimilables por las raíces. Otra posibilidad podría ser la de acidificar la solución.
LOS FERTILIZANTES
Son sustancias capaces de enriquecer el suelo con nutrientes. Los hay naturales (orgánicos) y químicos en diferentes formas de presentación: líquidos, polvos, granos, píldoras, panes, etc. En un buen terreno encontramos macroelementos como nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, azufre, magnesio y el hierro, todos ellos indispensables para la vida de las plantas, junto al oxígeno y al carbono, bajo la forma de anhídrido, tomados ambos del aire, y del hidrógeno, aportado por el agua.
El nitrógeno es un regulador del crecimiento, necesario para la síntesis de proteínas y formación de órganos y tejidos. Esta presente en la materia orgánica y en el humus, y es transportado por el floema y el xilema. Junto al oxígeno del aire, el hidrógeno del agua y el carbono fotosintético, aporta la materia prima a partir de la cual la planta construye y diferencia sus tejidos. Hay organismos especiales que se ocupan de la transformación del nitrógeno orgánico en amoniacal y por tanto en nítrico, que es la forma con la cual es mejor y más fácilmente asimilado por las plantas (80-90%). Ninguna planta verde es capaz de fijar el nitrógeno atmosférico sin entrar en simbiosis con bacterias u organismos Frankia. Los fertilizantes químicos, aportan nitrógeno en forma de nitrato o sulfato de amonio y como urea, los tres con reacción no alcalina. Por vía natural, mediante sangre seca (rápida asimilación) o polvo de cuerno y pezuña tostados (asimilación más lenta y efecto prolongado). Las plantas crasas, debido a su estructura y hábitat natural, requieren poco nitrógeno, y un exceso las predispone a enfermedades.
El fósforo es un constituyente de los ácidos nucleicos (DNA-RNA) y del adenosín trifosfato (ATP). Está presente en los cromosomas. Sus componentes orgánicos son fundamentales en los procesos energéticos; se une a la sustancia orgánica y a los coloides, siendo la misma planta la encargada de regular su disponibilidad. Estimula los meristemas apicales y radicales, contribuye al mantenimiento de un buen estado de salud, refuerza las defensas contra las enfermedades, favorece la floración y la formación de semillas, transforma la savia bruta en elaborada. Debido a que el terreno es en general pobre en fósforo, es necesario aportarlo en forma de perfosfato mineral, que debería ser perfectamente soluble en agua. No se distribuye fácilmente, como sucede con el nitrógeno en su forma nítrica. La harina de huesos y el estiércol son los fertilizantes naturales con más elevado índice de fósforo.
El potasio es fundamental en el proceso osmótico de las células. Está presente en el citoplasma y en las vacuolas, determina la presión hidráulica interna, fortalece las plantas, contribuye a la formación de la reserva hidrocarbonada, da color a las flores y regula la transpiración. Su falta, da a la planta un aspecto mustio. Es extraído del terreno, por lo que su dispersión está limitada. Se aplica bajo la forma de sulfato de potasio, una sal muy soluble en agua y con un título muy elevado (50-52).
El azufre y el calcio están presentes, en general, en cantidades suficientes en la tierra de campo, pero no siempre en los sustratos preparados. El primero es un constituyente de los aminoácidos sulfurados y es un elemento fundamental para la síntesis de proteínas. El segundo es un componente de las membranas celulares y de las pectinas, activa las enzimas, neutraliza los ácidos orgánicos, retarda el envejecimiento de los tejidos, fortifica a la planta contra los ataques de los parásitos, actúa en la regulación del intercambio hídrico, del transporte de la savia y en el desarrollo de las raíces.
El magnesio es un componente de la clorofila. Facilita la transferencia del fósforo, es un activador de las reacciones bioquímicas, actúa en la síntesis del almidón y de los azúcares en general. Hay que aportarlo en las fertilizaciones porque a menudo, por diferentes motivos, es escaso en el sustrato. Es causa de clorosis.
El hierro actúa en el desarrollo de los cloroplastos para la síntesis de la clorofila, regula la fotosíntesis y la respiración celular, entra en la composición de varias enzimas. El aporte se hace en forma de quelatos (EDTA, DTPA, EDDHA). Su carencia provoca la clorosis férrica, que da a la planta una coloración amarilla.
Entre los microelementos de acción catalítica que deben estar presentes, aunque en cantidades mínimas (menos de 0,01%) apuntamos:
-El boro, para el transporte de los azúcares y el desarrollo meristemático.
-El manganeso para la fotosíntesis y la activación enzimática.
-El cobre para la activación enzimática y la síntesis de las proteínas.
-El zinc para la activación enzimática, la síntesis de las proteínas y las hormonas.
-El molibdeno para el metabolismo del nitrógeno.
-El cloro para la fotosíntesis.
Están luego otros elementos, como silicio, aluminio, cobalto, níquel, selenio, vanadio, que por norma están presentes en el agua, por lo que las plantas no deberían sufrir carencias.
Los microelementos son componentes esenciales de los sistemas enzimáticos de las células, donde actúan como cofactores. Pueden ser absorbidos también por vía foliar.
La obtención de la solución se debe principalmente a la absorción por las raíces, tanto por ósmosis como por absorción activa. A través de las hojas, las plantas asimilan el anhídrido carbónico, los elementos provistos por el hombre y en menor proporción el agua.
No se abona durante el reposo de la planta, ni tampoco inmediatamente luego de un transplante. La concentración de las sales solubles debe ser inferior al 2 por mil, y mucho mejor si está en torno al 0,5 por mil, aumentando en cambio la frecuencia de los aportes. La proporción, no el título, entre los principales elementos nitrógeno, fósforo y potasio, debería ser de 1-2-4 ó 1-3-5, es decir: poco nitrógeno, mucho fósforo y muchísimo potasio.
Con respecto al modo de administración, se puede optar, según los casos, entre el riego o la mezcla con el sustrato. Se puede usar 1 gr. de sulfato de amonio, 11 gr. de perfosfato, 6 gr. de sulfato de potasio, 2 gr. de sulfato de magnesio; o bien se puede mezclar en cantidades iguales nitrato de potasio y fosfato monopotásico disueltos en agua en una proporción de 0,5 gr. por litro. Sin embargo, es mucho más práctico utilizar productos concentrados para diluir al momento del abonado, que además contienen microelementos y son de fácil obtención en el comercio. Respecto a la cantidad de abono que se ha de agregar al sustrato, será por término medio de 3 gr. por litro de compost.
Las plantas de crecimiento lento no deben abonarse, debido a que su estructura está adaptada para absorber sólo pequeñísimas cantidad de nutrientes, por lo que son suficientes los que ya están presentes en el sustrato y el agua.
CALEFACCIÓN – HUMEDAD – SOMBRA – VENTILACIÓN
Ir a la página que se ocupa del invernadero.
LOS CUIDADOS ESTACIONALES
Primavera. En marzo, o en febrero si se trata de un invernadero, se notan los primeros signos del recomienzo de actividad vegetativa. Algunas Mammillarie, algún que otro Notocactus y Mesembriantemo, tienen ya listos los capullos, y eso provoca en notros una fuerte tentación por comenzar a regar. Sería un gran error que llevaría a la planta a la pudrición. De hecho, estas plantas tienen reservas hídricas suficientes para afrontar la floración sin necesidad de agua extra. Las que provienen del desierto se pueden exponer gradualmente al sol no directo, para evitar quemaduras que las malograrían por mucho tiempo. Los cactus de la selva deberán acomodarse en posición luminosa, pero no al sol.
Hacia la mitad de marzo, primeros días de abril, se comienza a regar por la mañana con moderación, especialmente aquellas plantas que muestren signos de sufrimiento, y prestando mucha atención a la temperatura que debería ser al menos de 15° C. Al mismo tiempo se inician también los abonos líquidos.
Marzo y abril son los meses más indicados para los transplantes y para esparcir las semillas del año anterior, para remplazar la tierra agotada por la nueva, a la que se habrá agregado un fertilizante fosfopotásico o harina de hueso. Se buscarán también eventuales parásitos, como la cochinilla y la arañuela roja.
En abril se pueden iniciar las siembras a temperatura ambiente y al mes siguiente los injertos.
Verano. Las plantas son en su mayoría en plena actividad. Se riegan preferiblemente a la tarde-noche, cuando la tierra esté seca. Hay que tener cuidado del granizo (es útil una red protectora tipo media sombra), a los temporales y a las ráfagas fuertes de viento, que pueden acarrear serios daños. Continúan los abonados y con el fin de agosto se suspenden los injertos.
Otoño. Con los primeros días de setiembre, las plantas se preparan para el reposo. Muchas Mesembriantemos comienzan a florecer, sin embargo hay que suspender los abonos a todas, y bajamos la frecuencia de los riegos. Las que estén en el exterior tienen que ser protegidas de las lluvias y a fin de mes llevadas a un lugar cerrado, prestando atención a posibles parásitos o caracoles que a menudo se refugian debajo del borde de las macetas. Quien posea un invernadero, hará bien en utilizar un aspersor o fumigador para aplicar un buen antimicótico mezclado con antiparasitario, sin olvidar las medidas habituales de seguridad (máscara, guantes, higiene de la ropa y el cuerpo inmediatamente después, etc.) En este período son muchos los que realizan las siembras de las especies que crecen en otoño-invierno.
Invierno. En noviembre, con la disminución de la temperatura, se suspenden los riegos, incluso allá donde el clima sea particularmente favorable. La tierra se seca y las plantas van al reposo. Es hora de procurar una calefacción que asegure unos 4/6° C. a la mayor parte de las cactáceas. Muchas suculentas necesitan temperaturas más elevadas, como se puede ver en la página de mínimas invernales. Se procurará reducir al mínimo las variaciones de humedad ambiental mediante un ventilador. Quien posea un invernadero, podrá obtener mayor información seleccionando el invernadero. Los demás, podrán organizar las plantas en un lugar calefaccionado como un garage, un trastero, una buhardilla, una escalera o incluso un almacén o depósito. Si las temperaturas bajan demasiado, se pueden envolver las macetas con papel de diario o tejidos de trama cerrada. Es preferible un local iluminado, pero si las plantas están en completo reposo, la poca luz no acarrea daños.
Algunos cultivadores prefieren anticipar las siembras, realizándolas entre diciembre y febrero. Lógicamente recurren a la calefacción y a la luz artificial, lo mismo que a un germinador como el descripto en la página de las siembras. En estos casos se recomienda la desinfección del sustrato y la siembra en “aire cerrado”, mediante el método de la bolsita o del plástico transparente.
CALENDARIO DE LAS TAREAS DE CULTIVOS
LAS FORMAS EXTRAÑAS
En condiciones de cultivo, más que en la naturaleza, pueden originarse formas no comunes que toman el nombre de cristación, dicotomización, monstruosidad, espiralización, variegación.
La cristación es una anomalía (y no una enfermedad), mediante la cual el ápice vegetativo, lejos de desarrollarse en altura, tiende a ensancharse creando una especie de cresta que con el tiempo forma curvas y pliegues muy particulares. En el caso de la dicotomización, el ápice vegetativo (meristema apical) se divide en dos, dando lugar a la típica planta con dos cabezas. Cuando las cabezas son numerosas, aunque tengan apariencia normal, se habla de monstruosidad.
Son muchas las plantas con anomalías apicales; entre las cactáceas citamos: Myrtillocactus geometrizans, Lophocereus schottii, Cereus peruvianus, Monvillea spegazzinii, Mammillaria bocasana, M.spinosissima, M.zeilmanniana, M.parkinsonnii, M.nejapensis, Trichocereus bridgesii, Cereus forbesii, Stenocereus marginatus, Sulcorebutia rauschii. Entre las suculentas: Euphorbia echinus, E.pugniformis, E.piscidermis, E.obesa, E.lanaganii, Aeonium tabulaeformis, Alluaudia procera, Echeveria sangusta.
Las causas de estas anomalías son desconocidas, sin embargo algunos explican el fenómeno como resultado de lesiones, ataques de hongos o incluso exceso de vigor. Sin embargo, cada tentativo de provocarlas artificialmente resulta fallido. La multiplicación se hace por esqueje o injerto y raramente por semilla, ya que a veces las formas crestadas no florecen, y además porque a menudo la producción por semillas obtenidas de estas plantas, genera plantas normales. No faltan excepciones, como ocurre con Cereus peruvianus monstruosus y Gymnocalicium quehlianum, que dan semillas de las que se originan ejemplares anormales. En el caso del Gymnocalycium, se trata de polinizar un individuo crestado con uno normal.
La espiralización es un fenómeno raro mediante el cual algunas plantas, en general columnares, y probablemente a causa de modificaciones genéticas, dan lugar en sus meristemas apicales a un crecimiento menor del mismo respecto a los tejidos adyacentes. De este modo se produce un tallo con los planos dispuestos oblicuamente (en espiral). Los ejemplos típicos de esta anomalía son algunas formas de Astrophytum myriostigma, Copiapoa cinerea, Euphorbia groenwaldii.
La variegación es una falta de clorofila que puede interesar toda la planta o sólo una parte, y en tales casos adquiere una coloración amarilla o a veces roja o rosa. Típico es el caso del Gymnocalicium mihanovicii, que carente totalmente de clorofila, necesita ser injertado para sobrevivir. Una variegación parcial es la del Ferocactus wislizenii. En Japón hay una gran producción de plantas variegadas artificialmente mediante a exposiciones de radiaciones electromagnéticas.
Las quimeras son un caso especial. En ellas, los tejidos de diferentes especies se unen para dar lugar a un individuo impredecible. Se cree que Echinopsis jaku-jo entre en este grupo.
Las mutaciones genéticas. Si una planta emite un hijuelo con características diferentes a las de la especie, estamos ante una mutación llamada sport. Cuando la misma tiene características superadoras respecto a las de su especie (color, vigor, floración, espiración, etc.), se procede a su multiplicación. El productor de un nuevo cultivar o cepa, puede patentar el hallazgo para su explotación económica.
INICIAR UNA COLECCIÓN
A menudo sucede que quien comienza a coleccionar plantas crasas, lo hace casi inconcientemente: compra alguna plantita en el supermercado o al florista del barrio, atraído por su aspecto cautivante. Luego irán otras a hacerle compañía a la primera, y bien pronto se encuentra con una veintena de graciosas macetitas. Llegado a este punto, el "virus collectionis" ya ha entrado en la mente del incauto que se dispone a convertirse un cactófilo. Esta es la etapa en la que se lee todo aquello que se relacione con las plantas crasas en libros y revistas. Se buscan apasionados con gustos afines que habitan en la zona, se adhiere quizá a alguna asociación. Se inicia luego una espasmódica búsqueda en la red, se descubren siempre nuevos sitios, se leen los “thread” de algún News Group, o bien se suscribe a una Mailing list, y un mundo nuevo e inmenso se abre ante sus ojos. Quisiera poseer todas esas plantas de floración maravillosa, y es justamente aquí cuando quizá algún consejo puede resultar útil.
Cada uno tiene sus propios gustos, lo que es necesario y justo respetar, pero para tener éxito es necesario tener en cuenta las condiciones de vida que podemos ofrecerles a nuestras plantas, de acuerdo a sus exigencias. Quien posee un simple balcón puede cultivar, durante la buena estación, un número de plantas proporcional al espacio que tiene a disposición. Pero en invierno deberá poder ponerlas a reparo en un ambiente no calefaccionado dentro de la casa, a menos que se haya elegido cultivar Sempervivum, Sedum, Opuntia, Chamaecereus, que pueden estar en el exterior, aunque protegidos de la lluvia. Quien tiene una terraza tiene muchas más posibilidades, especialmente si puede procurar reparo de la intemperie a las plantas, con una estufita capaz de mantener una débil calidez (4/6° C.). Los afortunados poseedores de un invernadero non tienen límites en cuanto a especies cultivables.
Quisiera advertir, en este sentido, que sería preferible seleccionar la búsqueda y dirigir el interés hacia una o más familias o géneros. Otro criterio podría ser el geográfico, cultivando diferentes géneros pero que en la naturaleza comparten el hábitat. Estas opciones, además del gusto personal, deben tener en cuenta la exposición que se está en grado de ofrecer. Así, si el ambiente está expuesto al norte, podemos cultivar Haworthia, Gasteria, diversas Crassulas, cactus epífitos. Si en cambio recibe el sol desde el sur, las posibilidades son muchísimas: casi todas las cactáceas, muchísimas suculentas e incluso los graciosos Lithops. Durante la buena estación. Habrá que disponer de un toldo que dé sombra. Visto que somos todavía unos neófitos, elegiremos los géneros menos difíciles como Aporocactus, Echinopsis, Ferocactus, Notocactus, Turbinicarpus, Astrophytum, Lobivia, Echinocereus, muchas Mammillarie, y para quien ama los cactus columnares: Cereus, Cephalocereus, Cleistocactus, Espostoa. Entre las suculentas no cactáceas, nuestra elección podría caer sobre Echeveria, algunas Euphorbia, Mesembriantemi, Kalanchoe, Nolina, Senecio, Tacitus.
Una vez en casa, las plantas deben ser transplantadas en seguida, para verificar el estado sanitario, buscando parásitos, el estado de las raíces y también para cambiar ele sustrato según las indicaciones de arriba respecto a los transplantes.
LA NOMENCLATURA
Ya Aristóteles (384/322 a.C.) había intentado poner orden en la intricada materia de la variedad de los individuos, valiéndose de esquemas que podrían resultar simples y al mismo tiempo precisos. La clasificación de los organismos es un sistema jerárquico de niveles dentro de otros niveles, basado sobre hipótesis evolutivas (según cuanto afirmó Darwin). En el caso de las suculentas -de origen bastante reciente- la catalogación es difícil, debido a las muchas contradicciones taxonómicas que existen en este campo. El sistema de nomenclatura latina con caracteres binomiales es resultado de los aportes del naturalista sueco Carlo Linneo (1707-1778). Los criterios seguidos en la clasificación moderna son la anatomía, los estados de desarrollo, las afinidades bioquímicas (secuencias de aminoácidos en las proteínas del ADN).
El reino Plantas, está ahora representado por las Espermatofitas (Fanerógamas), caracterizadas por la producción de semillas. Las Espermatofitas se subdividen en Angiospermas (con semillas y flores) y Gimnospermas (semillas sin flores). Las Angiospermas, a su vez, se dividen en Dicotiledóneas (dos cotiledones) y Monocotiledóneas (un cotiledón).
DEFINICIONES TAXONÓMICAS
A nuestros fines son importantes:
- Las familias, que reúnen plantas con caracteres principales bien individualizables. Se agrega la desinencia aceae. Con la eventual subfamilia, la desinencia cambia a oideae.
- Las tribus agrupan plantas con algunos caracteres diferentes de otros que pertenecen a la misma familia. Se agrega la desinencia eae, (inae en caso de subtribu).
- El género comprende especies afines, con algunos caracteres comunes. Constituye el apellido de la planta; se escribe en latín, con la letra inicial mayúscula y debe ser un sustantivo. La fecundación entre especies diferentes constituye un híbrido.
- La especie (sp) reúne plantas con todos los caracteres en común. Constituye el nombre de la planta, se expresa en latín pero con la inicial en minúscula. Puede ser un adjetivo -en tal caso concuerda con el género- o un sustantivo, nombre de persona. La fecundación entre dos plantas de la misma especie produce individuos similares a sus progenitores.
- La subespecie (ssp o subsp) es un grupo sistemático de rango inferior a la especie, y difiere de ésta por alguna característica importante.
- La variedad: cuando de las semillas de una planta se obtienen individuos con características particulares diferentes a las de la planta madre, se les asigna un tercer nombre precedido de la abreviación var.
- Cultivar: (cv) variedad seleccionada u obtenida mediante el cultivo, a través de hibridaciones o selecciones. El nombre del cultivar se encierra entre comillas simples, con la inicial mayúscula, y se lo adjunta al nombre del nombre notogenérico.
Los híbridos pueden tener un origen tanto natural como artificial. Son indicados por la combinación de los dos nombres de las especies generadoras separados por una “x”, como en Haworthia truncata x maughanii, o por un binomio referido a la especie como ocurre con Sempervivum x roseum y en Echeveria x kirchneriana.
Si el híbrido procede de dos géneros diferentes, está permitido atribuir un nuevo nombre (llamado notogenérico), formado íntegramente o en parte por los dos nombres de las plantas originarias, como sucede por ejemplo en Pachyveria (Pachyphytum + Echeveria) y en Aporophyllum (Aporocactus + Epiphyllum).
Una última diferenciación es la derivada de la forma particular que la planta puede asumir; se abrevia con f ou fa, seguido del nombre que recuerde la forma.
Todos los nombres botánicos se escriben en cursiva.
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